martes, 27 de diciembre de 2011

La humanidad en el deporte

Además de la importancia de un resultado, existen también los valores personales

Joan Golobart

Llegan unas fechas especiales, con parón liguero y cierto margen de tiempo para la reflexión. Y con ella se desdibuja lo superfluo y aparece lo trascendental, pero curiosamente uno está tan enfermo que no puede dejar de pensar en el fútbol. Por ello me gustaría trasladarles una pequeña experiencia enriquecedora que viví el pasado sábado.

Fui a ver un partido de fútbol base entre chavales de 15 y 16 años. Era un encuentro importante para los dos equipos. Para el local, porque una victoria le situaba en el grupo de cabeza; para el visitante, porque si sacaba un buen resultado podía ratificar una reacción tras un inicio de liga muy flojo y poco acorde con el nivel de los jugadores. Después de diez o quince minutos de tanteo, los visitantes empezaron a manejar el esférico con gran soltura e intención. Ese pequeño dominio se acabó convirtiendo en asfixiante y daba la sensación de que el gol llegaría en cualquier momento. Un análisis frío de la situación dejaba bien claro cuál era la causa de esa superioridad. Mayor actitud, mejor orden y la posición excesivamente retrasada del pivote defensivo de los locales. Ese chaval, dudoso de la capacidad del equipo y seguramente en una fase de falta de confianza en sus posibilidades, optaba por acercarse a los centrales para sentirse más protegido. Ese gesto generaba un espacio que parecía abismal entre la defensa y la delantera de los locales, facilitando el espacio y la transición de los visitantes.

Llegó el primer gol, que supuso un mazazo para el equipo que se sentía inferior y para colmo un centro largo se fue envenenado por culpa del viento y se acabó introduciendo por la escuadra. Era el 0-2 y nada hacia presagiar que pudiera existir una reacción, sino todo lo contrario. Sólo había una manera de retomar la situación y era sustituir al pivote defensivo y, seguramente, renunciar al 4-3-3 e incorporar a otro futbolista en la zona media hasta que se equilibrara esa desventaja táctica. No se hizo el cambio, el conjunto quedó cada vez más descompuesto, todos los balones divididos quedaban en poder de los visitantes y cayó el tercero. La cara de los chavales que perdían era un poema, porque un equipo con varios puntos menos en la clasificación les estaba dando un baño en su propio campo.

Cuando las cosas no van, suele existir alguna razón y así se vio cuando el pivote defensivo que luchaba pero al que no le salían las cosas acabó solicitando el cambio al lesionarse antes de acabar la primera parte. La segunda, entre la ventaja brutal de los visitantes y la nueva disposición táctica, tuvo un desarrollo bien diferente. Los locales dominaron, pero aun así acabaron encajando otro gol al contragolpe.

Pasados unos minutos de la finalización del partido observé cómo el entrenador local, junto a su segundo, estaban apoyados en la barandilla del terreno. Como buen conocedor del fútbol, supe que era el momento de estar junto a él y me aproximé. Se desahogó buscando alguna explicación para lo que, según él, había sido un baño y hablamos del partido. Le trasladé mi opinión y me dio a entender que su análisis había sido el mismo y me dijo: "He estado a punto de cambiarlo en la primera parte –refiriéndose al pivote defensivo–, pero no he podido porque si lo hacía, lo destrozaba; se ha quedado sin trabajo y lo está pasando muy mal". Qué bien me sonaron esas palabras y por eso quiero que las conozcan todos ustedes. Enseguida le felicité y le dije que me parecía una actitud sobresaliente. También le indiqué que me marchaba a casa feliz porque nos habían goleado en lo deportivo, pero habíamos triunfado en humanidad.

Este artículo va dirigido a todos los que forman parte del fútbol base. Enseñemos a competir pero, sobre todo, no olvidemos que, además de la importancia de un resultado, existen también los valores personales.

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